jueves, 17 de septiembre de 2015

El día que dejamos de utilizar la palabra "guay".

       



     De joven, todo es guay. Nos rodeamos de gente guay y, nosotros mismos, somos lo más guay del universo. Puede que nuestros padres no sean tan guays, pero incluso sus exigencias, sus preocupaciones y su avanzada edad, al entrar en contacto con nuestro "guayismo" ilimitado, se vuelven pintorescas, motivo de chiste y de guasa. Solo escuchamos música guay y hacemos cosas guays (incluso ir al colegio, encontrarse con los amigos, falsificar la firma de los padres para salir antes e ir a pasear, sacar las mejores notas en literatura sin haber estudiado, discutir a gritos con el profesor de filosofía sobre si Ingmar Bergman es feliz o no en su vida cotidiana, es guay). 
    Pero un día, nos vamos a dormir, pasan 30 años, y, al despertar, estamos rodeados de cadáveres, de gente asustadísima y de prepotentes. Lo que les (nos) mueve deja de ser lo guay (la libertad, el sexo, la diversión, el deseo) y pasa a ser el poder, el dinero, las ganas de figurar y de ser alguien ("ser alguien", la expresión más estúpida del universo), de afianzar, de construir, el pánico a perder (cuando no hacemos otra cosa en nuestra vida que eso). Pasamos de hacer las cosas "porque sí" a hacerlas por alguna razón. Supongo que en eso consiste hacerse adulto. Yo, personalmente, lo llevo bastante mal, en el patio del colegio de mi hijo de 8 años sigo prefiriendo jugar con los críos a hablar con el profesor. En fin, que me está costando esta "rentrée", que me hubiese quedado un rato más en el verano, que el otoño no es "guay".

La foto, los más guays del Paraguay: The Clash en 1979 fotografiados por Chester Simpson.








martes, 16 de junio de 2015

Preysler, Colau y la seducción.


Siempre he pensado que Don Juan hubiese debido ser un personaje femenino. Solo nosotras utilizamos la seducción como arma. Y solo nosotras sabemos que el éxito no es llevarse a alguien a la cama (algo relativamente fácil y fútil), si no hacer que esa persona se enamore perdidamente de ti. Los grandes seductores que conozco seducen para ligar, nosotras seducimos para enamorar. Y en ese matiz está toda la diferencia, claro. En ese matiz está la perdición (de unos y de otros, de todos) y la mayoría de las grandes novelas de amor que se han escrito. Las grandes seductoras se juegan la vida, los grandes seductores, no.
Ada Colau, a la que he votado -y a la que dejaré de votar en cuanto presente a algún tipo del estilo de Zapata (bochornosa la forma torpe de expresarse, y más en alguien que dice haberse dedicado a los libros y a la cultura, y bochornosos sobre todo los segundos que tardó en responder a la pregunta de si le parecía mal que hubiesen silbado e insultado a los representantes de Ciutadans a la salida del Parlamento. Tan bochornoso que el tío que estaba a su lado tuvo que intervenir para decir que claro, que está mal insultar a los representantes de cualquier partido, si no lo hubiese hecho, Zapata y su barba y su camisa de cuello mao se hubiesen metido en otro lío)- es una gran seductora. No lo ven los pobres desgraciados que solo juzgan a una mujer por su físico y por su forma de vestir y que tienen tan poca imaginación que solo se la pueden imaginar haciendo espaguetis y pasando el aspirador (lo que les jode en el fondo es la certeza de que son ellos los que no le interesan NADA a ella), pero lo vemos (o lo sentimos) todos los demás y lo sabe ella perfectamente. Sin embargo, claro, no le llega ni a la suela del zapato a Isabel Preysler, la mayor seductora del reino (Ada Colau es una seductora parcial, hay gente que no le interesa en absoluto. Preysler es la seductora total, nadie queda fuera de su radar ni de sus garras). No la conozco personalmente pero no sé de nadie que la haya conocido en persona y que no haya caído rendido a sus pies. Ligarse a Vargas Llosa es una genialidad absoluta, hacen una pareja "made in heaven" como dicen los anglosajones cursis, son perfectos el uno para el otro (solo hay que ver las fotos, parece que lleven 20 años juntos). Y como él tiene casi 80 años, cuando se muera, ella todavía tendrá tiempo para otro, para seguir dándonos lecciones de "savoir faire". En fin, que la vida nos sonríe.

La foto: otra grandísima seductora, además de genio absoluto: Colette.
PS: Estoy escribiendo un prólogo para Dúo, una novela corta suya que publicará Anagrama dentro de poco.

viernes, 5 de junio de 2015

Adiós a todo eso.

   



     Todos los que hemos leído a Capote (y si no lo habéis hecho todavía, no perdáis más tiempo conmigo y salid corriendo a comprar uno de sus libros, todos son maravillosos) tenemos nuestro Tiffany's particular (el lugar donde iba Holly Golightly, la protagonista de "Desayuno en Tiffany's", cuando necesitaba pensar, estar sola, refugiarse). Mi Tiffany's era Vinçon, la famosa tienda de Paseo de Gracia que está a punto de cerrar. Mi Tiffany's también era Semon y también era Gonzalo Comella, los patios de recreo de una infancia privilegiada en la que la felicidad era algo tan obvio como que el sol iba a salir cada mañana.
     Ayer me acerqué a Vinçon con la vaga sensación de que iba a un funeral, con la congoja que producen las despedidas definitivas, a regañadientes también (¿por qué ir a visitar a un moribundo cuando fuera hace sol y ha llegado la época del mar, del vino helado y del derroche? ¿No se podía morir en otoño o en invierno, como todas las cosas, como todos nosotros?).
     La tienda está igual, pero prácticamente vacía, quedan algunos  muebles y objetos que parecen más furiosos y ofendidos por su repentina soledad y desnudez, que otra cosa. El espacio ya no te acoge ni te protege, quiere que te largues (dejadme en paz de un puta vez, quiero estar sola). Tuve la sensación de estar viendo a alguien fulminantemente demacrado por la enfermedad (¿pero cómo puede ser, si la última vez que le vi, estaba bien? ¿Cuándo fue? No ha pasado tanto tiempo...). Y la sensación también de ser un buitre, esperando recoger los restos de no se sabe qué.
    Había pensando que compraría toda la tienda (que montaría un mini Vinçon en casa), pero en un último gesto genial (Vinçon fue realmente una tienda genial, con una idea detrás, con una visión del mundo), en los espacios que solían estar llenos de objetos maravillosos (la mejor selección del mundo), han colocado cientos de las míticas bolsas de Vinçon, pero sin nada en su interior, solo las preciosas bolsas de papel.
     Y decido no comprar nada, no despedirme. Y me marcho con las manos vacías, un poco más vacías, incluso, que al entrar.
 

jueves, 28 de mayo de 2015

Esas cosas que decimos a veces las mujeres y lo que realmente significan.


Cosas que decimos (a veces) y lo que significan (a veces):

- "Eres demasiado bueno para mí."
  Significado real: No me llegas ni a la suela del zapato y no quiero verte ni en pintura.

- "Soy muy mayor (o muy joven) para ti." (Como la mayoría de los tíos son tan humildes, aunque se lo digas a uno de 95, asentirá y pensará: "Pobrecilla, tiene razón, en realidad estoy de muy buen ver y tengo el espíritu joven, podría estar con una de 20.)
  Significado real: El problema no es que sea mayor (o más joven) que tú, el problema es que eres un plomo (un tacaño, un miserable, un bobo, o lo que sea).

- "Soy muy solitaria, no creo en la pareja".
  Significado real: La mera idea de tener que escucharte constantemente me da ganas de tirarme por el balcón.

- "Soy madre de familia y mis hijos son mi prioridad".
  Significado real: Mis hijos son un poco pesaditos, como todos los niños, pero comparados contigo son una mezcla de Kant y Picasso.

- "No tengo mucho tiempo porque no he encontrado canguro y he dejado a los niños solos en casa".
  Significado real: Los niños están perfectamente, pero tú solo tienes 1 hora y 15 minutos para demostrarme que ha valido la pena perderme "Master Chef" para salir a cenar contigo".

- "Me encanta que conserves a tus amigos de siempre y que salgas con ellos sin mí, como hacías antes de conocerme. La lealtad es muy importante".
 Significado real: Todos tus amigos me horripilan, ni se te ocurra invitarme a una de vuestras cenas.

- "El físico no importa".
 Significado real: El físico no importa si te pareces a Brad Pitt.

- "Me gustan los hombres como tú, que no se preocupan nada por la ropa, sencillos, naturales.
 Significado real: Eres el hombre peor vestido que he visto en mi vida.

- "El sexo está sobrevalorado, hay cosas más importantes en una relación: la complicidad, el cariño" y le acaricias la mano dulcemente mientras miras al infinito.
Significado real: Esta relación está muerta y enterrada.

Y eso es todo amigos.
Feliz jueves.

PS: La foto: Isabella Rossellini, la mujer más guapa del mundo.


miércoles, 13 de mayo de 2015

Pijos, señores, mujeres y ellos.


La sociedad cambia y yo, que me paso el día dando vueltas y mirando a las musarañas, soy un testigo de excepción. Algunos de mis últimos descubrimientos sobre la evolución demográfica y sociológica de la sociedad:

Los pijos:
Tengo la sensación, seguramente disparatada y debida a que hace años que dejé de tratarlos, de que los pijos están en vías de extinción. Por eso, en vez de irse a Paris a comer hasta reventar y a visitar prostíbulos como hacían nuestros bisabuelos, hacen tanto footing y tanta bicicleta, comen tantas barritas energéticas y hablan con voz cada vez más desvaída (cuando hablo con uno de ellos por teléfono, siempre tengo la sensación de que está al otro lado del mundo o en otro siglo, la voz suena lejaaaaaana y floja), porque se dan cuenta instintivamente de que están desapareciendo y creen que haciendo maratones la cosa se solucionará.

Los señores:
Tipología masculina que surgió a finales del siglo XIX y tuvo su punto álgido a principios del XX. Quedan algunos. Pocos. Los que conocí se caracterizaban por la buena educación, cierta socarronería mal disimulada, la afición a las mujeres y la alegría de vivir que suele suscitar el no haber tenido nunca problemas de dinero. Tenían la elegancia de arruinarse con ese misma alegría (by the way, la elegancia se demuestra en los momentos cutres: cuando te quedas sin dinero, cuando la vida se te tuerce, cuando te abandonan o te pones enfermo, no en los cócteles, ni en las fiestas, ni al borde de las piscinas de Pedralbes). Vivían intensamente. Sabían vestir y tardaban 5 minutos en vestirse. En Barcelona quedan 2.

Las mujeres: somos los hombres del futuro. No soy feminista, pero siempre que quiero encontrar algo de sensatez, de valor, de humildad, de inteligencia, de arrojo, me dirijo a una mujer. La mayoría de los grandes hombres que conozco son mujeres. Hillary (y todas las críticas que suscita entre los miles de hombre asustados) no es más que la punta de un iceberg gigantesco.

Resumiendo: los pijos languidecen, los señores desaparecen y las mujeres seremos los hombres. Ahora solo falta que ellos decidan lo que quieren ser.

Feliz miércoles!
PS: La foto: Un hombre

   

jueves, 30 de abril de 2015

Seguir cantando a Sabina


Concierto de Sabina en el Palau Sant Jordi.
Después de dar mil vueltas para llegar hasta allí (tanto mi amiga como yo somos pueblerinas de ciudad lo que significa que apenas salimos de nuestro barrio y que hemos logrado convertirlo en un pueblo, ella lo recorre con un carrito de la compra con ruedas y yo con un capazo de paja agujereado que compré hace siglos en otro pueblo. Somos el colmo del estilo, vayamos donde vayamos, siempre parece que vamos al mercado, lugar que yo no piso jamás y que ella solo frecuenta los sábados para socializar). Finalmente, llegamos al Palau Sant Jordi, es imposible aparcar y acabamos dejando el coche en un parking remoto, una especie de descampado lleno de autobuses con una garita en la entrada y un anciano amable dando instrucciones a los fans de Sabina. El concierto, magnífico, acaba tarde y de vuelta al parking nos volvemos a perder, claro. Al llegar solo quedan unos autobuses abandonados en medio de la oscuridad y el viejecito adormilado. Mientras salimos, le digo a Natalia:
    -¿No te parece que este sitio da un poco de miedo? Tan lúgubre, tan desierto, con estos autobuses gigantes, es el típico sitio para un crimen espantoso.
    -Sí, realmente está muy oscuro, vamos, vamos.
   -Y estas avenidas desiertas, con tantos árboles para esconderse...
   -Conduce y calla -me dice ella.
En ese momento, veo a dos chicos haciendo autoestop.
   -Ui, esto sí que es peligroso -digo. Aminoro la marcha. Natalia no dice nada pero me mira abriendo mucho los ojos, que es como me suele mirar cuando digo tonterías (a menudo) o cuando estoy a punto de hacer alguna insensatez (muy a menudo).- Sería una locura pararse, ¿no?- añado.
Y me paro. Claro.
Son dos tíos de treinta y pico años que huelen a cerveza. Se sientan detrás entre los juguetes y los restos de merienda de mis hijos. Natalia me mira con los ojos más abiertos que nunca, pero como está muy bien educada, les sonríe y les da conversación mientras yo intento respirar por la boca. Nos dan las gracias un millón de veces por habernos parado y hablamos un poco del concierto, nos cuentan que son fans absolutos de Sabina. Y finalmente no nos asesinan y, como es lógico, empezamos a coquetear. Al llegar a Plaza de España, nos preguntan que qué hacemos, que a dónde vamos. Natalia les dice que a casa con nuestros hijos.
    -¿Y los maridos? -preguntan.
    -Fueron expulsados -respondo yo.
    -Ah -dicen ellos.
    -Bueno, yo ni llegué a tener. Tuve a mi hijo sola. -contesta Natalia.
   -Ah. Pues nosotros nos vamos al karaoke a seguir cantando a Sabina. ¿Queréis venir?
Miro a Natalia con cara de ilusión.
   -Mañana tengo que madrugar para ir al trabajo- dice.
Y los chicos se bajan en Plaza de España y desaparecen para siempre en medio de la noche.
    -¿Tú crees que nos estamos haciendo viejas? -le pregunto al quedarnos solas,- hace unos años nos hubiésemos ido al karaoke...
    -No, no lo creo.
Me mira sonriendo, abre las ventanas y enciende su iphone, empieza a sonar "Y nos dieron las diez" a toda castaña y nos ponemos a hacer los coros entre carcajadas.
   -¿Ves como nosotras también seguimos cantando a Sabina?