miércoles, 27 de noviembre de 2013

¿El monstruo de la Navidad es el mal gusto?




Ya se me ha pasado la época de odiar la Navidad. Soy demasiado mayor. También soy demasiado mayor para adorar la Navidad. Pero ya no la odio. He aprendido, más o menos, a convivir con ella. Conozco los caminos por los que no debo transitar demasiado durante esos días: la nostalgia, los muertos, la soledad, etc. Y los caminos por los que sí: amigos, hijos, compras y alcohol, básicamente. Y, sin embargo, hay un fenómeno que  no he logrado domesticar. Me ablando. De repente, un calendario de adviento gigante (ver esquina derecha de la foto), me parece una maravilla absoluta. Unas iluminaciones cutres, me parecen auténticas obras de arte. Y cuatro niños desafinando mientras cantan villancicos, me hacen saltar las lágrimas de emoción. Este reblandecimiento estético y moral, también afecta a mi vestuario: hace días que solo llevo Ugg (y estoy pensando en comprar unas de color rosa-rojo, en plan elfo navideño) y chaquetitas de abuela, y estoy esperando a las rebajas para comprarme el abrigo de flores (!!!!) (a mí que las flores solo me gustan en jarro y NUNCA NUNCA en la ropa...) de Paul Smith de la foto. Mis amigos están muy preocupados, claro. Pero a mí solo me preocupa una cosa: ¿dónde encontraré un gorro de lana del mismo rosa chicle que las botas?

viernes, 22 de noviembre de 2013

Facebook, el suicido del PSC y los calcetines de cashmere



Los temas de la semana:

Facebook:
He pensado que esos que quieren darse de baja de facebook (pero seguirán mirando los mensajes, ¿eh?) para volver a leer libros, abrazar a los suyos (eso dicen, sí, en serio), disfrutar del tiempo, otear el horizonte, leer poesía, en fin, dedicarse a tareas "elevadas", podrían también volver a vivir en los árboles (pero no en los que tengo delante de mi casa, please), renunciar a los periódicos (en los que, a menudo, escriben) para limitarse a las señales de humo, y tirar el móvil a la basura. Facebook es el patio de vecinos, el bar de la esquina, la plaza del pueblo, la peluquería, el salón de Madame de Rambouillet. Facebook existe desde el principio de los tiempos. Que los puristas y los neo puritanos renuncien a ello para volver a leer a Kierkegaard, me parece perfecto, pero que nos ahorren sus explicaciones y su sentido de superioridad. Se puede leer a Proust y estar en facebook. Yes. Es más, estoy segura de que Proust se hubiese pasado la vida en facebook.

El PSC:
Hace unos días, se suicidó el socialismo catalán, alegre y valerosamente, como quien ya no tiene nada que perder (lo cual, en su caso, seguramente era cierto) al decidir que no apoyaría una consulta sobre la independencia de Cataluña a no ser que fuese dentro de la constitución y bla, bla, bla. Al día siguiente, toda la gente de bien, empezando por el bueno de Gabilondo, se congratulaba porque, ahora sí, los catalanes ya no tendríamos más remedio que entender la diferencia entre "sueño" y "proyecto político". Y yo, que nunca he sido independentista (y no lo soy) y que siempre había votado al PSOE (PSC) y a IU (ICV), cada vez tengo más ganas de votar a Esquerra Republicana o al CUP. Y cuando los independentistas acaben ganando las próximas elecciones, todo el mundo se rasgará las vestiduras y exclamará "¿Cómo hemos podido llegar a esto?". Pues así, pasito a pasito.

Los calcetines de cashmere:
Daos de baja en facebook y haceos el harakiri, si os apetece, pero antes, pedidle a los reyes magos unos calcetines de cashmere de la marca Brora. Eso sí que te cambia la vida.

Feliz fin de semana, queridos.

jueves, 14 de noviembre de 2013

¿Qué regalo hacer?



Lista de regalos posibles y sus consecuencias.

Los bombones: Es una (muy) buena opción, siempre que tengamos en cuenta que el 70% de la población femenina considera que comer chocolate (o cualquier cosa que contenga azúcar) es peor que drogarse. Tengo una amiga que, cada vez que voy a comer a su casa, me suplica que no traiga postre (que es mi parte favorita de cualquier almuerzo) y después, resulta que no hay postre (ni drogas). Resultado: al salir, tengo que ir corriendo al Caprabo a comprar un Crunch. No hay derecho.

La ropa: Tienes que conocer mucho a la persona para poder regalarle ropa (sobre todo si es una mujer), y siempre conocemos a TODO el mundo MENOS de lo que pensamos. A un hombre, es más fácil. Y, a menudo, aunque no le guste demasiado, se lo pondrá. Una mujer, obviamente, NO.

Las joyas "caseras": La moda del "hazlo tú mismo" (cultiva tú mismo tus tomates, pare a tu hijo en tu propia cama -aunque sea una marranada. Y después, no te extrañes de que tu marido no quiera follar contigo, ni con nadie más, nunca más en la vida-, téjete tus propias espantosas bufandas, coge una raíz de no sé qué para curar el resfriado, etc.) ha llegado a la joyería, así que no es de extrañar que, en cada cumpleaños, se te presente alguien con un cordel y una piedra de la playa mal agujereada y te diga que es un collar, y te obligue a ponértelo (estropeando así el look cumpleañero que has tardado una semana en componer). Te lo pones, claro, porque, en el fondo, eres una buena persona.

Un libro: es una buena opción, menos si eres editor y el libro lo has publicado tú.

Algo decorativo para la casa: muy peligroso, todos tenemos mil manías. Lo bueno es que suelen ser cosas que se pueden romper. "Me encantaba, pero se rompió. Tengo un disgusto..." Tampoco eres taaaan buena persona, ¿eh?

Ropa interior: no, no y no. En ningún caso. Todo lo relativo al sexo es muy delicado y la frontera entre lo excitante y lo chistoso es finísima.

Los regalos imposibles: Son los regalos que uno haría si... Conocí a un tío que siempre me decía que cuando tuviese dinero me regalaría un catamarán. No un original de Erté, no unos pendientes de Sophie Bille Brahe, no un bolso de Mansur Gavriel, no una pata de jamón de Jabugo, noooooooo: un catamarán. (PS: la relación acabó antes de que me comprase el catamarán, que, por otro lado, jamás en la vida he deseado tener).

La foto es de la gran Deborah Turbeville, que acaba de morir. Una de mis fotógrafas favoritas.


jueves, 7 de noviembre de 2013

Albert Camus: the icon


100 años del nacimiento del gran Albert Camus. Fui al Liceo Francés. Soy una romántica empedernida. Es uno de mis héroes. Claro. Dadme a un hombre con gabardina y el cuello subido y una mañana nublada y un cigarrillo en la comisura de los labios y media sonrisa y una mirada inteligente y soñadora y sexy, y caigo. Cada vez. Es uno de mis escritores favoritos. Pero creo que lo que hace de Camus un escritor absolutamente excepcional es (además del talento estratosférico) la belleza, el estilo, la masculinidad, el ángel, el glamour, la pinta de héroe solitario, o como queráis llamarlo (si hubiese justicia en la tierra, la revista masculina ICON, que lanza hoy EL PAÍS, hubiese debido dedicarle la portada, o, al menos, una doble página interior. Si hay un Icon, ese es Camus). Ocurre lo mismo con Rimbaud o con el Che, por ejemplo. Pero en esta sociedad hiperpuritana en la que vivimos, alabar y reconocer el peso de algo tan aleatorio e injustamente repartido como el atractivo, el ángel (la magia de alguna gente que solo con mirarla te dan ganas de desnudarte), se ha convertido en tabú. Ya no digamos si se trata de un gran escritor. Pero, yo de vosotros, me ahorraría todos los artículos sobre su obra (sobre todo si no la habéis leído todavía), su filosofía, sus desencuentros con Sartre (el feo, y se lo hizo pagar caro) y me limitaría a mirar las fotos. Y luego, bajad a la librería de la esquina y comprad "La caída". Allí está todo. Nunca volveréis a recorrer los puentes de París de la misma manera.

martes, 5 de noviembre de 2013

La ley del mínimo esfuerzo (por los demás)


Si hay algo que creo que define estos primeros 13 años del siglo XXI es la ley del mínimo esfuerzo.

- ¿Poner el intermitente? Nooooooo. ¡Qué cansado! Y ¿para qué? Que estén atentos los demás conductores. Ya verán si giro, ¿no? ¿Qué se han creído?

- ¿Abrir o aguantar la puerta para que pase la persona que viene detrás o alguien de mayor edad que puede necesitar ayuda? ¡Ui, no! ¡Te puedes romper el brazo con el esfuerzo de sostener la puerta! Y tienes prisa, cosas importantes que hacer. Y de todos modos, son desconocidos. ¡Qué más da!

- ¿Levantarse de la mesa cuando llega alguien? ¿Para qué? Que se inclinen ellos para saludar. ¡Qué pereza levantarse! Y además, ¿no sois todas feministas? Que se levante tu tía.

- ¿Responder los mails o los mensajes que no te interesan? ¿Para qué? Es un rollo tener que decir "no". Es mucho más fácil obviar la pregunta o la petición, no responder, no darse por aludido. Si no lo entienden, es que son tontos. ¿No? ¿Para qué perder el tiempo en contestarles, darles una explicación o lo que sea, si son tontos y si, de todos modos, no te interesan?

- ¿Dar las gracias a posteriori, por una cena, por haberte echado un cable, por lo que sea? ¿Para qué? Lo han hecho porque han querido. Y mandar un "what's up", y ya no digamos, una notita manuscrita, dando las gracias, es un esfuerzo sobrehumano. Y, de todos modos, ya no lo hace nadie, es una cursilada.

Hay muchos más ejemplos.

Sensación de que esto se ha convertido en una jungla, no de animales salvajes y hermosos, no de leones majestuosos y perezosos que te arrancarán la cabeza, no de elefantes gigantes que te tumbarían con un golpe de trompa, no de pirañas, ni de anacondas, ni de tigres, ni de aguilas. De cerdos.

La foto: Jacob Morton, el modelo del siglo XXI.