sábado, 30 de julio de 2011

La pulsera de Luisa

Hay algunos objetos que he deseado durante años, que todavía deseo. Cierto(s) bolso(s), cierta agenda, cierta americana, cierto reloj. No me hace en absoluto desgraciada no tenerlos. Forman parte de mi imaginario. En cierto modo, ya los poseo. En algunos casos (pocos), he ido ahorrando hasta poderlos comprar, en otros, he esperado a alguna entrada inesperada de dinero, y en otros, me han caído del cielo (sí, hay cosas que caen del cielo, a menudo las mejores). Algunos ni siquiera son caros, pero tengo la absurda sensación de que todavía no me tocan.
Luisa del Valle es uno de mis héroes. Hace las joyas más bonitas del mundo, es muy guapa, tiene un estilo único para vestirse y encima es libre. Nunca he quedado con ella, siempre nos encontramos por casualidad (eso es lo bueno de vivir en un pueblo). Hace más de un año, coincidimos en un parque, ella paseando a uno de sus perros y yo a uno de mis hijos. Llevaba una pulsera maravillosa (la de la foto). Tuve que hacer un esfuerzo de autocontrol enorme para no lanzarme encima de ella y quitársela. Le dije que la quería. Me dijo que me haría una y que me llamaría. Pasaron los días y los meses y no me llamó. Busqué algo parecido por todas partes y no lo encontré. Y acabé guardando la pulsera al lado de cierto(s) bolsos, cierta americana, cierto reloj, etc. Hace unos días, me volví a encontrar con Luisa cruzando la Diagonal, llevaba La Pulsera Maravillosa. Vio cómo la miraba. Me dijo: "Hace un año que tengo tu pulsera hecha, esperándote, te dejé un mensaje y no supe nada más de ti." El mensaje nunca me llegó. Le dije que claro que quería la pulsera. Y hace unos días la fui a buscar a su casa (una cueva de Alí Babá en pleno Ensanche). La llevo cada día, me hace feliz. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
PS: La fotografía es obra de mi hijo Héctor, cuatro años.

miércoles, 27 de julio de 2011

La intuición, las rocas, la coherencia y China

                                                     Mi vestido favorito

                                           Mi cojín favorito

Con la gente y con la ropa me muevo bastante por impulsos, reconozco que seguramente no es la mejor manera de andar por el mundo, pero yo sigo los flechazos y los rechazos, los cantos de sirena y las alarmas. Si "la vie est ondoyante", yo más. Pero los hombres ondoyants: ¡beeeeeej! ¡qué asco! Solo me gustan los hombres como rocas. ¿Por qué será que todos los caminos llevan a los hombres? Bueno. Me parece que la intuición suele llevar al mismo sitio que la razón, solo que más deprisa. Y yo prefiero ir deprisa. Pero eso no quiere decir que no sea coherente en mis elecciones. No, no, no, no, no. Por ejemplo, hoy, cuando me he sentado a escribir, he visto el vestido de la foto 1 colgado de las estanterías y el cojín de la foto 2 encima del sofá cama en el que duermo, y he pensado: Esto tiene todo el sentido del mundo. Estos dos "objetos" se parecen muchísimo y demuestran que soy super coherente. Demuestran también que me gustan los motivos orientales pasados por Inglaterra y que seguramente en otra vida fui un emperador chino. Sí. En fin, que no está todo perdido, chicos, que acabaré siendo como una roca. Y el próximo día os hablaré de la mejor crema de manos del mundo, para que no digáis que hablo solo de tonterías.
Feliz miércoles-jueves, queridos. Ya es casi jueves...

lunes, 25 de julio de 2011

La falda de Monica

Me di cuenta de que me había hecho mayor el día en que todo el mundo (diseñadores, estilistas, público) empezó a decir que Lady Gaga era un "style icon", que sus canciones eran geniales y ella la nueva Madonna. Yo me esforzaba y me esforzaba y solo veía (solo veo) a una tía fea, esperpéntica y pésimamente vestida. A mis hijos ya no les digo "que viene el Coco", les digo "que viene Lady Gaga". Y encima ha anunciado que va a sacar un perfume con olor a semen. ¡Claro que sí, mujer! Y mientras van ocurriendo estos horrores (y muchos otros), yo sueño con una falda negra como la que lleva Mónica Vitti en El eclipse. Justo como la lleva ella, con un cinturón de piel sencillísimo y una camisa blanca. Una falda que convoque otros tiempos. Y si además, también convoca a un Alain Delon joven, pues mejor.
Feliz semana, queridos míos.

miércoles, 20 de julio de 2011

El radar sexual



Yo creo que todos tenemos un radar sexual. No siempre está afinado y no siempre acierta. A veces, ni siquiera está conectado. Pero está ahí, captando las ondas y las vibraciones. Reconociendo a los iguales y reconociendo también a los que no lo son. Aburrido como una ostra o con todas las alarmas en marcha. Olfateando como un animal. No es el tipo de radar que sirve para ligar, es un radar que recibe las ondas sexuales ajenas, incluso las de las personas que no te interesan. Esas ondas tienen que ver con ser sexy, no con ser guapo. Conozco a tíos muy guapos con encefalogramas sexuales planos. Y también a tíos muy listos. Yo, personalmente, prefiero rodearme de gente que tenga algún efecto sobre mi radar, suelen ser más emocionantes. También tengo un radar para la ropa, muy efectivo y veloz, sobre todo durante las rebajas. Bueno, las fotos de hoy son de Steve McQueen y Faye Dunaway, dos expertos en enloquecer radares.
Feliz miércoles, queridos.

lunes, 18 de julio de 2011

Las zapatillas de Ginger

                                                     Foto 1

                                                  
       
                                                     Foto 2

Por casa, voy con unas zapatillas de ante negro con un tacón de 7 centímetros y medio (foto 1). Por la calle, voy con unas Birkenstock viejas (foto 2). Por la calle, me gusta tener el pie ligero, caminar deprisa, mirar a la gente. En casa, prefiero el pie acariciador y lento. ¡Pero no os podéis imaginar lo que cuesta hoy en día encontrar unas zapatillas de tacón! (en cambio es sencillísimo encontrar unas zapatillas acolchadas de Bob Esponja, unos calcetines con plantilla incorporada, unas zapatillas de oso polar e incluso unas zapatillas con forma de morro de perro y dos orejas). Existe la idea de que en casa uno puede ponerse cómodo. Pero ¿qué significa exactamente "ponerse cómodo"? Para Ginger Rogers era ponerse un negligé de seda y plumas de marabú hasta el suelo (no una camiseta de Mickey Mouse y un pantalón deforme) y empezar a dar brincos por el salón. A mí me parece un buen plan. Es guay mantener cierta compostura (mental también), ¿no? Yo ya tengo las zapatillas.

jueves, 14 de julio de 2011

O todo, o nada

Soy un poquito extremista. En el amor, of course, que sólo me interesa cuando está hecho de certezas y nos hace invencibles (una de mis palabras favoritas, una de mis sensaciones favoritas, también cuando la veo en los demás, en mis hijos). Con la comida. En este momento es el jamón ibérico. De repente, me he dado cuenta de que es absolutamente alucinante, un lujo astronómico, que en cualquier bareto mugriento de Barcelona se pueda tomar un buen bocata de jamón ibérico. Es algo inconcebible en cualquier otro país del mundo. Estoy entusiasmada. Hasta que el jamón ibérico me salga por las orejas y decida que lo que en realidad me apasiona son las semillas de girasol... También soy extremista con la ropa. He pasado años sin llevar reloj y ahora llevo dos. Sigo llegando igual de tarde a los sitios (el antiguo ni siquiera funciona), pero cuando me miro la muñeca me siento bastante feliz. Por ejemplo, si voy por la calle y veo algo horrible, como un tío metiéndose el dedo en la nariz dentro de un coche (¿por qué la gente se mete tanto el dedo en la nariz cuando va en coche? ¿Se creen que están en su casa y que nadie les ve? Es muy feo), me miro corriendo la muñeca y ya me siento mejor. Mis dos relojes son una especie de botiquín de primeros auxilios contra todo lo que veo y no me gusta. No, no me paso el día mirándome la muñeca, lo compagino con los mojitos. De momento me está dando un gran resultado.
Feliz miércoles, pequeñuelos.

martes, 12 de julio de 2011

La falda de Zara

Hay algunos malentendidos entre hombres y mujeres, quiero decir que hay miles dos o tres cosillas que los hombres creen sobre nosotras y que no responden total y escrupulosamente a la realidad. Una de ellas es que nos gusta la plata. Más exactamente, que nos gusta que los hombres nos regalen joyas de plata. No es cierto. Chicos, la plata es para las cuberterías. A nosotras lo que nos gusta es el oro (o si no, una pulsera de hilo). No, no es otra de mis locuras ideas, queridos. Lo sabían los egipcios, lo sabía Onassis y seguro que mi nuevo amor platónico, Guillem Gisbert, aunque parezca un poco ecologista y vegetariano, también lo sabe (o al menos lo intuye, que parece muy sensible). Cuando una amiga nos regala una pulsera de plata es genial. Cuando nos la regala un novio es que es un tacaño. Esa es la triste realidad. (Doy por sentado que los hombres que leen mi blog son de nivel avanzado y que no es necesario decirles que a las mujeres nos gusta que nos hagan regalos, que no nos da igual, por muy libres que seamos y por muy orgullosas que estemos de serlo). Bueno, me he vuelto a ir un poco por las ramas, lo que quería era hablar de esta falda de piel dorada de Zara. Me parece una prenda absolutamente genial. Es de un cuero blando y suave, un dorado maravilloso y una forma perfecta. No soy muy compradora de Zara, pero cada temporada hay una o dos piezas así, sencillamente extraordinarias. ¿No os parece?
Feliz martes, queridos.

lunes, 11 de julio de 2011

¿Se puede tropezar dos veces con la misma piedra?

                                                     Mis zapatos nuevos

                                                     Mis zapatos viejos

El verano pasado, cuando estuve en París, me enamoré, unas horas antes de coger el avión de regreso a Barcelona, de unas deportivas de Isabel Marant color beige gris, bastante macarras (cierres de velcro, plataforma, lengüeta enorme), menos en el precio. No suelo llevar deportivas y no soy demasiado macarra (aunque I do my best), pero tuve un flechazo y lo seguí. En la tienda, me dijeron que las habían puesto a la venta hacía diez días y que ya estaban prácticamente agotadas (yo dije: "Oui, Oui" y pensé: "Estas tías me están tomando el pelo"), pero al cabo de un mes, se habían convertido en los zapatos de moda. Tardé bastante en ponérmelas, pero cuando me las puse, ya no me las volví a quitar. Misteriosamente, unos zapatos que en la mano eran unos zapatones, una vez puestos resultaban femeninos y a la vez rock & roll. Han sido mis zapatos del invierno, están destrozados y los adoro. Me irrita un poco la ropa que hace Isabel Marant (algún día tenemos que hablar de eso), pero estas bambas son geniales. Y la buena noticia es que las ha vuelto a editar para esta temporada. Exactamente el mismo modelo pero en otros colores. Me las he comprado en negro. Me las pondré con vestidos, no solo con tejanos como las de color beige. La respuesta a la pregunta del título: Sí, ¿por qué no? Supongo que es un signo de madurez comprarse temporada tras temporada la misma prenda. Menos si la prenda piedra es un hombre, claro.
Feliz lunes, queridos.

viernes, 8 de julio de 2011

El abrigo de leopardo

Estoy a punto de comprarme un abrigo de leopardo (falso, of course, como sabéis me gustan más los animales que las personas). Sí, precisamente hoy, cuando en mi piso de 40 metros debe hacer casi 40 grados y os escribo enfundada en mi nuevo traje de baño de Erès con escote bañera (he de hablar de los escotes bañera, son geniales, favorecen a todo el mundo) porque todavía no he tenido tiempo de ir a comprar el ventilador. Ayer hablaba con mis amigas Clara y Elisenda (estuvimos hablando de hombres durante casi toda la comida. Si no hubiese amigas con quien compartir riendo, y a veces riendo y llorando, nuestras aventuras y desventuras, no sé hasta qué punto seguiríamos interesándonos por los tíos) y las tres coincidimos en que nos encanta el estampado de leopardo. Existe una atracción extraña entre las chicas y las pieles. Yo creo que el día en que las mujeres dejaron de llevar abrigos de pieles y de cubrirse la cabeza con un sombrero, se perdió algo importante, una parte de la magia tal vez, pero también un modo de moverse y un montón de gestos. Y creo que, de algún modo, todas lo intuimos e intentamos volver a ello por diversos vericuetos. Estaría bien recuperar algo de ese glamour y de esa suavidad, yo creo que es necesaria cierta suavidad en el vestir, y en todo lo demás. El problema es que los abrigos de leopardo me gustan encima de vestidos ligeros y preferentemente con las piernas al aire, tengo que pensar cómo ponérmelo. Bueno, el abrigo de la foto es un clásico de Topshop, baratííísimo. La otra foto soy yo con cuatro años y mi primer abrigo de pieles, consciente de la trascendencia de la ocasión.
Feliz fin de semana, queridos.

miércoles, 6 de julio de 2011

Los precipicios y tío Oscar

Ayer asistí a una divertida charla entre tío Oscar y Boris Izaguirre. En un momento dado, tío Oscar dijo que consideraba que Scott Fitgerald y Zelda eran sin duda una de las pareja más glamourosas de la historia y que el hecho de que caminaran ambos al borde de un precipicio (en el que acabaron cayendo, al menos Zelda) no era ajeno a ese glamour. Con tío Oscar siempre pasa lo mismo, va soltando "boutades" hasta que de repente dice algo importante en el mismo tono y sin detenerse, y si no estás muy atento no lo pescas, porque tiene la elegancia de no pararse a explicar ni a desarrollar sus ideas, las suelta y punto, a otra cosa mariposa. Anyway, yo también opino que el glamour más interesante es el que camina al borde del precipicio. Rimbaud, Marilyn, Greta Garbo, James Dean, Kate Moss, Hemingway, Montgomery Clift (en la foto, de Avedon), Ava Gardner. La oscuridad, el misterio, la soledad, la locura, la tristeza (sí, sí, la tristeza. Ya sé que ahora está muy mal vista. Hoy en día nadie está triste, todo el mundo está deprimido) forman parte del lado oscuro de la fuerza (soy hija de "La guerra de las galaxias", es una de mis Biblias). Y yo creo que hay que reivindicar ese lado oscuro. Habría que aprender a caminar con gracia y educación al borde del abismo. No es fácil. Pero en eso estamos.
Feliz miércoles, queridos.

lunes, 4 de julio de 2011

Entrar en los templos

Hace unos días, vi este bolso en el escaparate de una tienda que siempre miro pero en la que nunca entro. Una tienda muy seria, con precios muy serios, ropa muy seria y dependientas muy serias. Tenía todo lo que yo busco en un bolso: sencillez, calidad, falta de pretensiones, rigor, belleza absoluta, potencial de envejecimiento (hay algunas prendas, algunos objetos, algunas personas, algunas amistades y algunos amores, pocos, que se ve que van a saber envejecer con dignidad. Suelen ser los que cuestan más caros. Pero son los únicos que valen algo) y uno de mis colores favoritos en el mundo, el color piel, el color coñac, el color caramelo. Lo estuve mirando unos minutos y pensé que jamás rebajarían una pieza tan perfecta. Y sin embargo, al día siguiente volví a pasar, solo por curiosidad, sin ninguna esperanza, y allí estaba el bolso, con un 50% de descuento. Entré y lo compré. Lo sacaron del escaparate, era el único ejemplar. Y la chica que me atendió era muy amable. Todo esto es para decir que no hay que temer entrar en las tiendas caras, no hay que temer acercarse a la ropa bonita, aunque sepamos que no la vamos a poder comprar. No hay que temer al lujo (sí, sí, hay gente que lo teme, y entonces finge despreciarlo). Tengo una amiga que entra en los hoteles de cinco estrellas para ir al baño o para pedir un taxi. Me parece lo más chic del mundo. Si osamos entrar tranquilamente (sin sentirnos como una pulga) en un museo y plantificarnos delante de un Velázquez o de un Rembrandt, ¿por qué no vamos a hacer lo mismo con un Chanel o un Prada?
Feliz semana, queridos.

viernes, 1 de julio de 2011

El cóctel de Loewe

Ayer estuve en un cóctel cuyo principal objetivo (al menos para mí, que ayudé a organizarlo) era demostrar que la cultura y el glamour pueden ir de la mano. Que la cultura, cuando es cultura de verdad, tiene glamour (no hay nada más glamuroso que la inteligencia. No hay nada más que la inteligencia, de hecho). Y que el glamour, la belleza, la gracia, son sin duda una de las formas de la inteligencia (además de ser una bendición). Y todo con champán francés. Y hoy va y me topo con esta foto de Deneuve y Sagan, que demuestra exactamente lo mismo. A veces la vida tiene sentido.
¡Y han empezado las rebajas! Y he encontrado al 50% el bolso más bonito del mundo, el lunes os lo enseño...
Feliz fin de semana, compinches.