martes, 21 de diciembre de 2010

Hombres elegantes y hombres mal vestidos

Cuando llueve y no encuentro mi paraguas y de todos modo no puedo salir de casa porque tengo una especie de gripe estomacal, me da por hacer listas. So far, ya he hecho: la lista de regalos de Reyes (que nunca sirve para nada ya que siempre me regalan lo que les da la gana a ellos), la lista de las rebajas, la lista de las cosas que puedo comprar antes de las rebajas porque son baratas y seguramente se agotarán, la lista de las personas más tontas del año (y ¡sorpresaaaaaaaaaa! ha ganado la ministra de cultura), la lista de propósitos para el año que viene (pensar más, gastar menos, trabajar más, hacerme la manicura una vez a la semana, he intentado centrarme en lo esencial). Y después me he puesto a pensar en hombres bien vestidos, hombres mal vestidos, etc. Creo que hay cuatro tipos de hombres:
-Los elegantes bien vestidos. Tienen estilo y buen gusto. Nos hacen la vida más agradable, más bonita. La belleza es una de las formas de la felicidad, ¿no?
-Los no elegantes mal vestidos. Bueno, esos hombres que nos deprimen con solo mirarlos, ya sé que la belleza estáááááá en el interioooooooor (he visto La bella y la bestia unas 2000 veces) y que esos pobres merluzos tal vez sean grandes personas, pero hacen que ir por la calle sea menos una aventura y más una tortura.
-Los no elegantes bien vestidos. Todos esos chicos que intentan y logran ir bien vestidos, que invierten tiempo, dinero y esfuerzo en la tarea, sin conseguir que la magia surta efecto del todo, sin lograr ese "je ne sais quoi" que no está a la venta en ninguna tienda, ni siquiera por internet, ni siquiera en NY.
-Los elegantes mal vestidos. Hombres a los que les importa poco o un pimiento la ropa, hombres que dedican poco tiempo a su aspecto y que sin embargo, tienen ese tipo de magia llamada elegancia. Federer, Obama, Mandela: elegantes y mal vestidos. Esos que logran que la elegancia sea una cuestión de cabeza y no de armario. Al final, todo lo importante es una cuestión de cabeza (cómo se nota que me estoy medicando).
Bueno, y luego está Paul Bowles, un hombre de una belleza absoluta y cuyas fotos tenía ganas de poner en el blog (en este momento me parezco bastante a la segunda). ¡Pero que entrada tan tonta, patética, absurda! Son los antibióticos, seguro. Me voy a hibernar, despertadme el 31.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Good Day Sunshine

Os presento a mi nuevo gorro, es de algodón, de verano, de Missoni, un poco de abuelita por la forma ligeramente "cloche" y un poco de rastafari hippy por el punto de algodón y las franjas centrales de colores vivos. Ya os advertí de que estaba a punto de empezar a comprarme la ropa de verano, de momento solo lo llevo por casa para practicar, en este preciso momento lo llevo puesto, a ver si me inspira y me pongo a escribir sobre asuntos más transcendentes como quiere mi madre. Me gustan mucho los gorros, los sombreros, cualquier cosa que cubra la cabeza (menos los boinas, que me ponen enferma), me gusta la forma que tienen de cambiar inmediatamente el aspecto general de una persona y como, al mismo tiempo, la esconden un poco, la camuflan, la tapan, la protegen. Me gusta la ropa misteriosa, la ropa que ayuda a desaparecer, que no se sabe mucho de dónde ha salido (del armario de una abuela, de un mercadillo, de una super tienda...).
Bueno, os he de dejar, noto que me está viniendo la inspiración, mi próxima entrada será sobre wikileaks...noooooooooooooooooo, es broma, nunca os haría algo así, desde Shakespeare y Grecia y Roma sabemos cómo funciona el poder y quién manda, no se a qué revelaciones se refieren, no hay ni una que me haya sorprendido, son todas sumamente coherentes, además, yo estoy en contra de la transparencia, y a favor de los escotes. Pero eso ya es otro tema, muuuuuuucho más interesante, para otro día. Bueno, me voy a quitar el gorro, están a punto de llegar los de telefónica a arreglarme el teléfono y no quiero causar mala impresión, no sea que se vayan y no regresen hasta que vuelvan las golondrinas.

lunes, 13 de diciembre de 2010

El Espíritu de la Navidad es hombre

Los más parecido a la ropa son los hombres, todas las mujeres lo saben, YSL lo sabía, Mary Quant lo sabía, todos los países integristas que tapan a sus mujeres con sábanas negras lo saben también. No es que nos vistamos para ellos -lo cual es una vulgaridad además de una idiotez, las únicas personas realmente bien vestidas son las que se visten para sí mismas-, es que nos los ponemos encima. Es que ambos, cuando son de buena calidad, son sinónimos de felicidad, de sexo -quien no sepa que la ropa es algo sexual, mejor que deje de leer este blog-, de alegría, de verano. Esta noche, justo antes de despertarme, he soñado que mi actor de serie favorito me olfateaba la manga de la camisa y quedaba extasiado (mmmmmmmm), y un rato después, cuando regresaba de dejar a mi hijo mayor en el autocar, me he puesto a imaginar qué ropa llevaré en julio cuando esté en Cadaqués yendo a cenar a mi restaurante favorito. Y quién me verá. Sí, es patético. Pero también es sinónimo de felicidad. Todo esto para decir que el espíritu de la Navidad corre por mis venas, que es hombre, y que no es Papá Noel.
Feliz y frívola semana, queridos.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Lo que las chicas llevamos dentro

...del bolso. Solía llevar mi mundo entero dentro del bolso, un caos de llaves (no solo las de mi casa, las de casa de mi madre, las del trastero, las de la casa de fuera, las del coche y una o dos llaves desconocidas...), libretas a medias, tarjetas de restaurantes y de personas que ya ni siquiera sabía quienes eran, caramelos, envoltorios de caramelos, gafas de sol con caramelos pegados en los cristales, bolígrafos sin tapa, pintalabios sin tapa, pastillas para el dolor de cabeza (por culpa del caos), piezas de Lego, kleenex arrugados, galletas y un  montón de cosas más. Cambiar de bolso (algo que no hago demasiado a menudo, soy fiel a los complementos, ya sabéis que incluso hablo con mis bolsos -sí, como esos hombres patéticos que hablan con el coche, pues yo igual pero con el bolso... Y he llevado el mismo cinturón de cuero trenzado, que compramos para mi hermano en un mercadillo de Florencia, durante veinte años, lo perdí hace poco, en una de mis mudanzas, y lo lamento muchísimo, todavía no he encontrado substituto) significaba simplemente traspasar ese caos.
Ya no. Hay gente que dice que con la edad nos vamos cargando de cosas, yo creo que es más bien lo contrario, nos vamos aligerando. (Lo cual es, en realidad, mucho más difícil y costoso que lo contrario). Ahora llevo el billetero, una cámara de fotos compacta, el talonario (no sé por qué, no lo uso jamás, no sé hacer un talón, pero me parece glamuroso llevarlo en el bolso, me hace sentir como una persona mayor y seria y que sabe lo que hace), el ipod, las pastillas para el dolor de cabeza (por culpa del caos invisible), el móvil, dos llaves, un boli y esta preciosa, maravillosa y adorable libreta que veis en la foto y que me llegó hace unos días por correo. En ella apunto mis grandes ideas (y también las pequeñas), la lista de la compra, los teléfonos de mis amigos (sí, no sé grabarlos en el móvil, mi móvil es estúpido), etcétera. Mi mundo ya no ocupa un bolso sino una libreta. Incluso he empezado a hablar con ella...

jueves, 2 de diciembre de 2010

El círculo de la vida

Esta pobre loca que os escribe ha estado a punto de comprarse un vestido de lino negro bordado de verano hace cinco minutos. Y otro gris oscuro de algodón ligero con cinturón. Y unas sandalias de tacón de cuero color caramelo (¡tan bonitas! una cuero grueso y un poco "hippy" y una forma un poco "profesoril"y el tacón perfecto, el que alarga y fragiliza la pierna y a la vez me permite trotar sin ponerme de mal humor). También de verano.
O sea: en agosto, empecé a comprar (por internet) la ropa de invierno (hubieseis tenido que ver la cara de mi amigo Enric cuando un día que estaba por casa me llegó un paquete con dos bufandas que le enseñé entusiasmada, era veinte de agosto, hacía 35 grados a la sombra, intenté explicárselo, pero hay cosas que un hombre sencillamente no puede entender). En septiembre y octubre y noviembre acabé de comprar lo que me faltaba. Hace menos de una semana algunas tiendas (mi tienda favorita) hacían dos o tres días de precios especiales para los buenos clientes (que aproveché, naturalmente, soy una persona ahorradora). Y ahora, cuando había decidido que ya no compro nada más hasta las rebajas, va y me secan una "cruise collection", colección "crucero", algo que solían hacer las casas de alta costura para las clientas que en invierno se embarcaban y se iban al Caribe o algo así, una mini colección de verano. Ahora, por lo visto, lo están empezando a hacer también las tiendas de ropa más asequible para las mujeres que no nos vamos de crucero en diciembre, si no que nos vamos a la Fira de Santa Llucia a intentar que los niños no compren el "caganer".
¡Qué locura! ¿Verdad? Todavía no hemos acabado de comprar la ropa de invierno cuando ya nos ponen debajo de la nariz la de verano...y claro, una no es de piedra. Pero he pensado que quizá, si compro algo de verano -aunque solo sea una cosa, un vestidito-, salga el sol. ¿No?