lunes, 29 de noviembre de 2010

LA CAMISA NEGRA



Queridos hombres: solo os quería decir que a las mujeres no nos gustan las camisas negras, ni siquiera las camisas gris oscuro, granate oscuro, verde oscuro, azul oscuro...no queremos nada oscuro en vuestras camisas. Como veis, yo también he estado haciendo sondeos esta última semana. Tal vez vosotros penséis que el negro adelgaza, o que es más sexy o elegante, pero no. No, no y no. Las camisas de hombre deben ser blancas, azul claro o con rayas sobre impoluto fondo blanco. La camisa de un hombre nos tiene que dar esperanzas en un mundo mejor, nos tiene que dar ganas de sumergirnos en ella, nos tiene que recordar al cielo, al mar, al viento, a todos los elementos juntos, nos tiene que dar ganas de tocar lo que palpita debajo -me refiero al corazón, obviamente-. Una camisa clara es la señal de que el hombre que la lleva es trigo limpio. Trigo. Limpio. Sí. Y de que tal vez el hueco de su cuello huela a pan recién salido del horno. Una camisa no puede ser entallada jamás -solo nosotras podemos ser entalladas-, debe ser crujiente y un poco rígida como el envoltorio de un regalo. La camisa de hoy en día es la armadura de los caballeros de antaño, para nosotras es muy importante, ¿entendéis? En fin, para mí, una buena camisa blanca es la esperanza de que un mundo mejor es posible, me pregunto si el fracaso resultado electoral de ayer me ha afectado al cerebro...

jueves, 25 de noviembre de 2010

OLED, OLED, MALDITOS (I)

Yo aprendí a oler cuando tenía dieciocho años. Un día en París, mi madre fue a visitar a una amiga suya (Adela, uno de mis ídolos, ¡¡¡os he de hablar de ella sin falta!!!) a la que hacía tiempo que no veía y para que yo no las incordiara (¡vaya idea! pensar que yo puedo ser un incordio para alguien...) le encargaron al hijo de Adela que me entretuviese. El hijo en cuestión era (según mi madre, que cree en  los matrimonios de conveniencia) un científico brillante y un hombre extraordinario (en este caso tenía razón, pero yo ni creía, ni creo, en los matrimonios de conveniencia y en aquella época debía de estar ocupada persiguiendo a algún rockero descerebrado). Nada más llegar me preguntó: "¿Qué prefieres, ir al cine o ir a oler perfumes?" Al cine iba una o dos veces a la semana, pero nunca nadie me había propuesto ir a oler perfumes. Accedí entusiasmada. Pasamos la tarde recorriendo una tiendas maravillosas en las que recibían a Luca (Luca Turin, hoy en día una de las "narices" mas importantes del mundo, pero entonces para mí solo Luca, el atractivo hijo de la amiga de mi madre) como si fuese un príncipe y en las que me hacían oler los perfumes (uno o máximo dos en cada sitio) que elegía él. Fue la primera (y única) vez que entré en el mítico Chanel de la Rue Cambon, donde también estuvieron encantadores. No sé qué debían de pensar de aquella jovencita despeinada y excéntrica (en aquella época vivía en Londres, me vestía en el mercadillo de Camden) que lo miraba todo con ojos como platos y que reía sin parar. Fue una tarde maravillosa. Al final, él me dijo que eligiese uno, volvimos a la tienda (era Caron) y Luca me compró una onza de un perfume que hoy en día ya ni siquiera existe. Me lo pusieron en una diminuta botella de cristal tallado, que conservé durante mucho tiempo. Hasta que un día, en Londres, yo y mi compañera de piso estábamos en el baño arreglándonos para salir cuando ella, sin querer, le dio un manotazo y la botellita salió volando por los aires y se rompió en mil pedazos (eso sí, el baño olió de maravilla durante meses). Después cuando intenté volverlo a comprar, habían cambiado la fórmula del perfume y ya no olía igual.... ¿No dijo ayer la gran Matute que la vida consiste en ir perdiendo cosas?
En fin, creo que tendré que hacer una parte II de esta entrada, porque me he enrollado demasiado, en realidad quería contar otra cosa...

lunes, 22 de noviembre de 2010

EL JERSEY ROSA

A veces, me apetece vestirme de hombre -pero no del todo-, y a veces, me apetece vestirme de rosa -pero tampoco del todo-. A veces, me visto para que tengan ganas de abrazarme, y a veces, me visto para olvidarme. A veces, me escondo -sobre todo de mí misma y de los demás- detrás de la ropa (y del ipod), y a veces, mi ropa y yo vivimos una gran historia de amor. A veces, soy una niña bien, otras una hippy (sí, no os riáis, yo soy un "hippy at heart"aunque nadie se lo crea) y otras, una chica, una mujer o una vieja, a veces, soy simplemente una madre mal dormida que se ha puesto, con poco gracia, lo primero que ha encontrado. Pero nunca soy al 100% ninguna de esas cosas.  La ropa acaba siendo casi siempre un reflejo de quienes somos, no de quienes queremos ser, de quienes somos en un momento preciso, y eso, para muchos de nosotros, casi nunca está del todo claro. Las apariencias no engañan (sólo hay que ver la cara de Mas alguna gente para darse cuenta) y como casi todo el mundo lo sabe, Zara está siempre lleno de gente como yo buscándose entre los montones de ropa. Hoy necesito un jersey rosa, algo ligero, alegre y que haya dormido bien. ¿Os gusta este?

viernes, 19 de noviembre de 2010

Barcelona, ¿ciudad anti moda?


Una de las cosas que más me regocijan de esta ciudad, Barcelona, es que al salir a la calle uno se da cuenta de lo poco que la gente sigue aquí la moda. Ayer por la tarde, salí a pasear con la excusa de inspirarme para el blog. Soy una chica de la calle super contrariada por muchas razones, pero no hay nada que me guste más que caminar por la ciudad y mirar a la gente. Debían de ser las siete, la Diagonal estaba atestada de coches como siempre (lo cual también me gusta, las luces y el ruido de los coches forman parte del decorado, iluminan la ciudad), ya había anochecido, caían algunas gotas y en el aire empezaba a flotar el aroma de la Navidad -para mí la Navidad es como el verano del invierno, me zambullo en ella con entusiasmo-. En fin, entré con los niños en una tienda a comprar velas de olor y les dejé eligiendo la que más les gustara (educar el olfato me parece básico, puede ser una fuente de placer inagotable, otro día, si queréis, os hablaré de eso) y yo me puse a deambular por la tienda. Y de repente me dije: aquí nadie sigue la moda. Nos han estado jodiendo con el color camel desde hace meses (by the way, si hay un color pretencioso que envejezca y aburguese, es este, solo la gran Grace Kelly sabía llevarlo) y ayer en todo el día vi 1 abrigo camel (y estoy prácticamente convencida de que la señora que lo llevaba lo tenía desde hacía años). No hay fashion victims, pero tampoco hay fashion heroes. Nos gusta la moda, pero después de haber pasado multitud de filtros y después de que haber pasado el más importante: el nuestro. Nos gusta la moda, pero una vez se ha convertido en ropa. La gente mejor vestida de Barcelona es gente que no sigue la moda. Eso también es ejercer la libertad y la independencia, ¿no? Y por una vez, me gustaron -y entendí- los abrigos oscuros y tristes, y me alegré de que en muchos casos la mayoría de la gente ni siquiera se fije demasiado en eso.
Y para celebrarlo, regresé a casa y me compré un precioso abrigo de estampado de leopardo por internet.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

LAS MOU

El otro día os dije que había encontrado la solución para ir sin calcetines en invierno y no morir congelada. Tengo un problema con los calcetines, lo reconozco -aunque no es nada comparado con el que tengo con las medias-: me parece que después de ponérmelos dos veces ya están viejísimos -incluso los Burlington que son los que solía comprar-; opino que los bonitos son los de hombre, pero en una pierna de hombre, no en la mía; me da grima andar con ellos por encima del parquet y los de cashmere son caros, hay que lavarlos a mano y también envejecen mal. En resumen, es una prenda sumamente deprimente. Pues bueno, he encontrado la solución. Las Mou. Unas botas maravillosas forradas de borreguito. Cuando las llevas, es como si una parte de ti -los pies- siguiese calentita y tranquila en la cama, mientras tú trabajas, vas ha hacer la compra, te peleas con tu madre o lo que sea. Lo sé porque tengo unas Ugg, que son el mismo tipo de bota y que me pongo cada día a primera hora de la mañana para llevar a Noé hasta la parada del autobús. A mí las Mou me parecen bonitas, tienen algo un poco hippy, un poco infantil, que me gusta. Mis amigos  hombres no están muy de acuerdo, la mayoría opina que son horrendas, pero de todas formas, una no se viste para los hombres, se desviste, ¿no?
En fin, ¿qué hago? ¿Me las compro?

lunes, 15 de noviembre de 2010

¿CAE EL INVIERNO?

El viernes, al salir de casa, vi que en la Diagonal ya habían puesto las iluminaciones de Navidad (las mismas, maravillosas, que pusieron el año pasado) y los tablones de anuncios de los políticos (al menos, ya que vamos a tener que soportarlos durante las próximas semanas, ¿no podrían anunciarse poniendo la cara de otra persona? No sé, Brat Pitt o Robert Downey Jr. -yo votaría por él con los ojos cerrados, quiero decir, abiertos-. ¿Por qué creéis que los directivos de la Coca Cola o de Telefónica no salen en sus propios anuncios? Porque los consumidores nos tendríamos que pegar un tiro si viésemos la pinta que tienen). Bueno, no hablaré más de política en este blog de moda, pero presiento que voy a tener que comprar muchos jerseys para superar lo que nos espera. Me dije que el invierno caía de nuevo sobre nosotros y que lo único que me gustaba de esta época -comprar la ropa de invierno- ya lo había hecho, bueno casi, casi. Entonces vi a un señor trajeado con pinta de ejecutivo importante -el buen corte de pelo, el triste traje gris- saliendo de un edificio de despachos. En la entrada se detuvo un momento, levantó la cabeza al sol y cerró los ojos durante dos segundos con un amago de sonrisa en el rostro, se transformó completamente. Decidí que, si queremos, nos podemos resistir al invierno. Estos son los gestos de rebeldía contra el invierno que se me han ocurrido so far:
1. Bañarse en el mar.
2. No llevar calcetines (tengo la solución perfecta para hacerlo sin congelarse, os hablaré de ello otro día).
3. Comprar helado.
4. Intentar dejar una parte de sí mismo siempre al sol.
5. Llevar colores claros.
6. No cortarse demasiado el pelo (sobre todo los hombres).
7. Desnudarse a la primera de cambio (quiero decir, entre otras cosas, no dudar en quedarse en camiseta en un local con buena calefacción, por ejemplo).
8. Empezar a elegir las sandalias que llevaremos en verano (yo estuve a punto de comprarme unas la semana pasada por internet, pero en el último segundo me retuve). Es patético, ya lo sé, pero ¿por qué creéis que tengo un blog de  moda?
9. Imaginar que Robert Downey Jr. y su mandíbula son presidentes de la Generalitat.
10. Levantar la vista, porque: a. Tal vez te reconozcas en la mirada de alguien y b. Más arriba está el cielo y, en Barcelona, casi siempre es azul.
Feliz semana.
Milena

jueves, 11 de noviembre de 2010

Adivina qué bolso es.


Mi madre, que desde que nacieron mis hijos, solo les regala cosas a ellos -lo cual es, dicho sea de paso, una gran injusticia y algo que, francamente, me ha traumatizado bastante. Sí, mamá, sí.- llegó ayer a mi casa con esta maravilla. No con esta exactamente, con la misma en otro color sublime (llamado "azul pavo real". Azul. Pavo. Real. Poesía. Eres. Tú.), que después de una ardua reflexión, decidí cambiar por este que es más fácil de combinar. Me estoy volviendo razonable, ya lo sé, es bastante deprimente. En fin, mi bolso nuevo es de una sencillez y de una perfección alucinantes, no pesa nada, es de la medida perfecta, es más suave que Platero y yo y de un color teja maravilloso. Me pone eufórica mirarlo.
Cuando toda la casa -o sea, mis dos hijos- estuvo dormida, le di un besito, lo senté a mi lado en el sofá y estuvimos mirando la tele un rato. Me lo hubiese llevado a la cama pero tuve miedo de estropearlo. Hoy lo he estrenado. Qué fácil resulta ser feliz algunos días.
¿Alguien sabe qué bolso es? A quien lo adivine le invito a cenar.
Besos.
Milena